viernes, 29 de febrero de 2008

rafael alberti

Rafael Alberti Merello nacía en El Puerto de Santa María (Cádiz) el 16 de diciembre de 1902, quinto de los seis hijos que tuvo el matrimonio de Agustín y María, nieto de bodegueros proveedores de las cortes europeas. En 1917 se trasladaba con su familia a Madrid, para dedicarse a copiar pinturas en el Museo del Prado, vocación que prefirió al bachillerato, que jamás terminaría. La nostalgia de la bahía de Cádiz y los remordimientos tras la muerte de su padre, le llevaron a refugiarse en la poesía y dejar la pintura en un segundo plano. A partir de ese momento, iría introduciéndose en la Residencia de Estudiantes, donde se relacionaría con los padres de la que se daría en llamar Generación del 27 (Dámaso Alonso, Lorca, Gerardo Diego y Aleixandre, entre otros), el ponderado movimiento intelectual que, según los estudiosos, había surgido con motivo del homenaje celebrado en Sevilla en 1927 a Luis de Góngora, en el centenario de su muerte, formado por un grupo extraordinario de autores que renovaría las letras e influiría de forma determinante en todas las artes. Alberti reunió entre 1920 y 1924 sus primeros poemas bajo el título "Mar y Tierra", que presentó en el Premio Nacional de Literatura de 1924-1925, y ganó, junto al poeta santanderino Gerardo Diego. El libro se titularía definitivamente "Marinero en Tierra".
Por esos años entabló amistad con poetas como Juan Ramón Jiménez, Pedro Salinas, Jorge Guillén, Emilio Prados y Manuel Altolaguirre, el compositor gaditano Manuel de Falla, y los genios de la pintura y el cine Dalí y Buñuel (también mantendría fuertes vínculos con Pablo Neruda y el francés Louis Aragon). Intervino como activista en las protestas estudiantiles contra el general Primo de Rivera, y, en 1929 publicó una de sus obras maestras, "Sobre los ángeles", de fuertes tintes surrealistas. Se casó en 1930 con la escritora María Teresa León, con la que compartió los años de su exilio por Buenos Aires y Roma (Mª Teresa fallecería en 1988), y con la que tuvo una hija, Aitana. En 1931 estrenó su primera obra de teatro, "El hombre deshabitado". Ese mismo año comenzó a relacionarse en Francia con Picasso y escritores sudamericanos como César Vallejo, Miguel Ángel Asturias y Alejo Carpentier. Becado por la Junta para la Ampliación de Estudios de la Segunda República Española, viajó en 1932 a la Unión Soviética y trató con los escritores soviéticos de la época. El año siguiente conoce a Pablo Neruda y, según cuenta en sus memorias, empieza a convertirse en "poeta en la calle": en realidad, el poeta nunca separó su labor intelectual de su actividad política, desde sus primeros versos hasta su retiro en Puerto de Santa María. Escribió multitud de poemas satíricos y de agitación, que recitaría en actos políticos, bibliotecas obreras y plazas públicas. En 1933 asistió en Moscú como invitado al primer Congreso de Escritores Soviéticos.
A partir de 1934 inicia una gira por varios países americanos, y, en 1936, año de la muerte de Lorca, interviene en España en la campaña por el Frente Popular. Durante la Guerra Civil se entrevistó con Stalin en Moscú, y decidió enrolarse en la aviación republicana. En el transcurso del asedio a Madrid participó en la evacuación de las obras del Museo del Prado, para evitar su destrucción bajo el bombardeo de la artillería nacional.
El 27 de abril de 1977 regresó a España: en junio de ese mismo año fue elegido diputado a Cortes del PCE por la provincia de Cádiz, pero poco después, en octubre de ese mismo año, renunció al escaño. Desde su vuelta a España residió en su ciudad natal, el Puerto de Santa María. En 1989, la Diputación de Cádiz creó en su ciudad natal la fundación que lleva su nombre, a la que se trasladó gran parte de su archivo y biblioteca personales. Contrajo matrimonio en segundas nupcias con María Asunción Mateo, quien le ha acompañado y representado durante los últimos años.


fallece:

La madrugada del pasado, jueves, 28 de noviembre, fallecía de una parada cardiorrespiratoria el poeta portuense Rafael Alberti, en su domicilio de El Puerto de Santa María (Cádiz), a los 96 años de edad, cuando faltaba algo más de un mes para que, el día 16 de diciembre hubiese celebrado su 97 cumpleaños, junto a su mujer María Asunción Mateo, con la que se había casado en 1990. En enero de 1996, el poeta había sufrido una insuficiencia respiratoria que obligó a su ingreso hospitalario durante ocho días y, en diciembre del mismo año, tuvo que ser ingresado otra vez por el mismo motivo, aunque en esta ocasión permanecería en el hospital durante más de dos semanas. Desde entonces, apenas si salía de su domicilio, atendido siempre por su médico personal Javier Pérez Jiménez, Jefe de Medicina Interna del Hospital "Santa María de El Puerto".

Numerosos testimonios de condolencia han ido llegando a la casa del poeta y al Ayuntamiento de El Puerto de Santa María, donde se ha colocado un libro de firmas y un busto de Alberti, ya que, por deseo de la familia, no se ha instalado velatorio público.

Los restos mortales del poeta han sido incinerados, siguiendo los expresos deseos del poeta, en el cementerio de Chiclana de la Frontera (Cádiz), para más tarde ser despedido por los vecinos de Santa María con un solemne homenaje que se le ha rendido en el Monasterio de la Victoria. Las palabras más emotivas han sido sin duda las de su hija Aitana: "todos pensábamos que iba a vivir hasta el año 2015, como él aseguró en muchas ocasiones: no ha vivido hasta el año 2015, vivirá por toda la eternidad".

Sus cenizas serán esparcidas en las aguas de la Bahía de Cádiz: el espíritu de Alberti estuvo siempre unido a la mar de las costas gaditanas.
La muerte del poeta y pintor supone la desaparición del último representante de la generación del 27, considerada como el Siglo de Plata de las letras españolas, y la de una de las figuras que, con su vuelta, tras casi cuarenta años de exilio, simbolizó la reconciliación política en la transición española, ya que Alberti fue comunista, y había puesto sus versos al servicio de la causa republicana.

Entre los premios que se le concedieron destacan el Nacional de Teatro y el Cervantes. Poeta, pintor, dramaturgo, político, historiador de su época, biógrafo de Lorca, Dalí, Buñuel, Aleixandre, y de sí mismo en “Las arboledas perdidas”, entre su amplia obra literaria sobresalen “Canciones de Altarir”, “La amnte”, “El alba del alhelí”, “Consignas”, “Capital de la Gloria”, “Entre el clavel y la espada”, “Pleamar”, “A la pintura”, “Baladas” y “Canciones del Paraná”, y especialmente, “Marinero en tierra”, “Sobre los ángeles” y “Baladas y canciones del Paraná”, obras consagradas para siempre a la memoria de la lengua y la cultura hispanas.

¡Descansa en paz, compañero!



jueves, 28 de febrero de 2008

federico garcia lorca

(Fuente Vaqueros, España, 1898 - Víznar, id., 1936) Poeta y dramaturgo español. Los primeros años de la infancia de Federico García Lorca transcurrieron en el ambiente rural de su pequeño pueblo granadino, para después ir a estudiar a un colegio de Almería.

Continuó sus estudios superiores en la Universidad de Granada: estudió filosofía y letras y se licenció en derecho. En la universidad hizo amistad con Manuel de Falla, quien ejerció una gran influencia en él, transmitiéndole su amor por el folclore y lo popular.


Federico García Lorca a los 18 años

A partir de 1919, se instaló en Madrid, en la Residencia de Estudiantes, donde conoció a Juan Ramón Jiménez y a Machado, y trabó amistad con poetas de su generación y artistas como Buñuel o Dalí. En este ambiente, Lorca se dedicó con pasión no sólo a la poesía, sino también a la música y el dibujo, y empezó a interesarse por el teatro. Sin embargo, su primera pieza teatral, El maleficio de la mariposa, fue un fracaso.

En 1921 publicó su primera obra en verso, Libro de poemas, con la cual, a pesar de acusar las influencias románticas y modernistas, consiguió llamar la atención. Sin embargo, el reconocimiento y el éxito literario de Federico García Lorca llegó con la publicación, en 1927, de Canciones y, sobre todo, con las aplaudidas y continuadas representaciones en Madrid de Mariana Pineda, drama patriótico.

Entre 1921 y 1924, al mismo tiempo que trabajaba en Canciones, escribió una obra basada en el folclore andaluz, el Poema del cante jondo (publicado en 1931), un libro ya más unitario y madurado, con el que experimenta por primera vez lo que será un rasgo característico de su poética: la identificación con lo popular y su posterior estilización culta, y que llevó a su plena madurez con el Romancero gitano (1928), que obtuvo un éxito inmediato. En él se funden lo popular y lo culto para cantar al pueblo perseguido de los gitanos, personajes marginales marcados por un trágico destino. Formalmente, Lorca consiguió un lenguaje personal, inconfundible, que reside en la asimilación de elementos y formas populares combinados con audaces metáforas, y con una estilización propia de las formas de poesía pura con que se etiquetó a su generación.

Tras este éxito, Lorca viajó a Nueva York, ciudad en la que residió como becario durante el curso 1929-1930. Las impresiones que la ciudad imprimió en su ánimo se materializaron en Poeta en Nueva York (publicada póstumamente en 1940), un canto angustiante, con ecos de denuncia social, contra la civilización urbana y mecanizada de hoy. Las formas tradicionales y populares de sus anteriores obras dejan paso en esta otra a visiones apocalípticas, hechas de imágenes ilógicas y oníricas, que entroncan con la corriente surrealista francesa, aunque siempre dentro de la poética personal de Lorca.

De nuevo en España, en 1932 Federico García Lorca fue nombrado director de La Barraca, compañía de teatro universitario que se proponía llevar a los pueblos de Castilla el teatro clásico del Siglo de Oro. Su interés por el teatro, tanto en su vertiente creativa como de difusión, responde a una progresiva evolución hacia lo colectivo y un afán por llegar de la forma más directa posible al pueblo. Así, los últimos años de su vida los consagró al teatro, a excepción de dos libros de poesía: Diván del Tamarit, conjunto de poemas inspirados en la poesía arabigoandaluza, y el Llanto por Ignacio Sánchez Mejías (1936), hermosa elegía dedicada a su amigo torero, donde combina el tono popular con imágenes de filiación surrealista.


Federico García Lorca con la actriz Margarita Xirgu y
Cipriano Rivas en la presentación de Yerma (1934)

Las últimas obras de Federico García Lorca son piezas teatrales. Yerma (1934) es una verdadera tragedia al modo clásico, incluido el coro de lavanderas, con su corifeo que dialoga con la protagonista comentando la acción. Parecido es el asunto en Bodas de Sangre (1933), donde un suceso real inspiró el drama de una novia que huye tras su boda con un antiguo novio (Leonardo). La huida, llena de premoniciones, en la que la propia muerte aparece como personaje, presagia un final al que se viene aludiendo desde la primera escena y en el que ambos hombres se matarán, segando así la posibilidad de continuidad de la estirpe por ambas ramas y renovando la muerte del padre del novio a manos de la familia de Leonardo. De esta manera, la pasión y la autobúsqueda concluyen con la destrucción de todo el orden establecido.

viernes, 22 de febrero de 2008

biorafia de antonio machado


(1875-1939) Poeta español, nacido en Sevilla y muerto en Collioure (Francia). Antonio Machado estudió en Madrid en la Institución Libre de Enseñanza, en cuyo ambiente laico se formaría su talante liberal y su ancho humanismo.

Después de una estancia en París (1899 - 1902), en donde conocería y haría amistad con Oscar Wilde, Pío Baroja, Rubén Darío y Jean Moréas, obtuvo la cátedra de francés en el Instituto de Soria (1907).

En esta ciudad conocería a Leonor Izquierdo, con quien contrajo matrimonio en 1909. Logró una beca para estudiar en París, donde asistió a las clases del filósofo Bergson, pero una grave enfermedad contraída por su esposa les obligó a regresar. La muerte de su esposa, ocurrida en 1912 a muy temprana edad, llenaría al poeta de melancolía y motivaría versos de dolorido acento. Ese mismo año pasó al Instituto de Baeza.

En 1919 se trasladó a Segovia, donde debió de conocer a la Guiomar de sus poemas, ocupando el tema amoroso y erótico un lugar importante en sus Nuevas canciones (1924). De 1926 a 1932 presentó con su hermano Manuel varias comedias dramáticas. En 1931 se trasladó definitivamente al Instituto Calderón de Madrid.

En 1927 Antonio Machado había sido elegido miembro de la Academia Española y en 1936, al producirse el estallido de la Guerra Civil, se adhirió con entusiasmo al bando republicano. Cuando se trasladó a Valencia colaboró de forma asidua en la revista Hora de España, entonces tribuna del pensamiento democrático.


Antonio Machado

En 1939, con la derrota del ejército republicano, sale Machado de España rumbo a Francia como él había dicho en uno de sus versos: «ligero de equipaje, casi desnudo, como los hijos de la mar». Estuvo primero en un campo de refugiados españoles, hasta que la mediación de un grupo de intelectuales franceses (Cassou, Aragon, Malraux, Mauriac) hizo que el gobierno francés le trasladara a un hotelito de Collioure, donde se produciría poco después la muerte de la madre del poeta y la de él mismo con tres días de intervalo.

La poesía de Antonio Machado

Para considerar la obra de Antonio Machado en conjunto, conviene seguir la evolución de sus tres principales etapas, que en su sucesión expresan una excepcional aventura de reflexión en busca del sentido vital, no menos hermosa y fecunda por haber fracasado.

Ante todo, el libro Soledades, galerías y otros poemas, recogiendo su lírica entre 1899 y 1907, presenta una poesía todavía de signo romántico, subjetivista, explorando el fondo del alma del poeta en busca de su acento más sincero, aunque ya con sentido de la imposibilidad de tal empresa. En rigor, tal pretensión de autenticidad a ultranza acabaría con la posibilidad de hacer versos: Antonio Machado, sin embargo, puede hacerlos gracias a que utiliza formas populares de su tierra sevillana que nombran, respecticamente, la situación anímica del poeta y uno de sus grandes símbolos, las «galerías», los corredores internos de su espíritu y de sus sueños.

Además, el poeta, para evitar el monólogo, establece diálogos con sus propios símbolos -la fuente, la primavera, la noche, etc.-, hasta llegar siempre al fondo de su búsqueda: el alma se escapa ante sí misma, no sólo porque se la lleva la corriente del tiempo, desgranada en días de ayer, sino también porque el fondo último del Yo resulta inaprehensible y se esquiva y se enajena cuando lo quiere captar la conciencia. Así lo expresa una de las poesías claves del libro: aquella en que el poeta pregunta a la Noche dónde está «su secreto», la raíz desde donde sus lágrimas pueden ser de veras suyas. Pero la Noche responde al poeta que ella tampoco lo sabe: al asomarse al fondo del alma del poeta, le ha hallado siempre «vagando en un borroso laberinto de espejos».

Agotado este intento, Antonio Machado desarrolla la segunda etapa de su obra y de su experiencia espiritual en abierto contraste con la primera. El libro Campos de Castilla (1912) centra esta nueva actitud de entrega a la objetividad del mundo externo, sobre todo en el gran símbolo del paisaje de Castilla. El poeta, desengañado de la pretensión de hallar dentro de sí mismo la verdad, se vuelve ardientemente hacia la visión realista de las cosas, y ahora busca insertarse con la tradición popular, no ya de la canción andaluza, sino del viejo Romancero castellano, como modelo de creación de «poemas de lo eterno humano».

Más aún: en esto se siente Antonio Machado precursor de una nueva época del sentir de la humanidad, extinguido ya el presuntuoso egoísmo de la lírica individualista del siglo XIX: «Amo mucho más la edad que se avecina y a los poetas que han de surgir cuando una tarea común apasione las almas.» Abundan en esta colección de poesías las de tema descriptivo, de entrañable intimidad con el paisaje castellano y, en ocasiones, con profunda preocupación por los problemas nacionales e históricos: la culminación de la tendencia que anima este libro, aunque no de su logro en la calidad, la tenemos en el largo romance La tierra de Alvargonzález, donde el poeta toma la crónica de un crimen pueblerino convirtiéndolo en leyenda lírica y en visión emocionada de los campos de Castilla.


Pero también se quiebra la esperanza del poeta, en esta etapa, de salir de su subjetivismo y, tomando contacto con las cosas y las gentes, quedar incluso abierto al Dios con que soñaba y a quien siempre iba «buscando entre la niebla». En coincidencia significativa, que rebasa la ocasión anecdótica, la muerte rompe entonces su matrimonio, que era la encarnación viva de su mejor esperanza humana. Castilla había sido también para él el hallazgo del amor; el profesor de francés del Instituto de Soria se había casado con una muchachita, sencillamente provinciana, que muere tres años más tarde. Y su desaparición es el símbolo del hundimiento en la gran empresa espiritual de Antonio Machado que, recaído en su soledad y su subjetividad, se vuelve gradualmente un pensador tan profundo como crítico, tan positivo y esperanzador para los demás como escéptico y desesperanzador para sí mismo.

El libro Nuevas canciones (1917-30) forma la transición hacia la etapa final de la obra de Antonio Machado, en parte prolongando temas y formas de Campos de Castilla, en parte volviendo a usar las formas del «cante hondo», pero ahora con un sentido más teórico que lírico, a modo de sentencias de honda filosofía, aparentemente sencillas, pero cargadas, sin embargo, de inagotable alcance reflexivo.

Comienza a predominar en su actividad la prosa sobre el verso. Primero son los apuntes de «arte poética» de su imaginario autor Juan de Mairena: luego, en 1936, será todo un libro bajo el nombre de este personaje apócrifo, seguido de unos cuantos inolvidables ensayos -sobre Heidegger, sobre la guerra, sobre Alemania...-. Pero ya los primeros pensamientos atribuidos a Mairena son algo más que teorización crítica sobre la propia poesía: Mairena, a su vez, alude a otro mítico autor, Abel Martín, que habría escrito una importante obra filosófica, cuyo resumen permite a Antonio Machado exponer, en forma irónica y sin comprometerse técnicamente con la filosofía, lo más hondo de su experiencia de pensador: el Ser, según Martín, tiende a desdoblarse, a ir a «lo Otro» -eso es el amor, en sentido metafísico-, pero ese «Otro» resulta en definitiva un espejismo, un nuevo encuentro con el mismo punto de partida.